MADRIDLa revuelta convertida en guerra ha terminado por dividir Libia en dos.
Al oeste, Trípoli, cada vez más aislada y con el régimen de Muamar Gadafi atrincherado y sordo ante las presiones internacionales para que dé carpetazo a más de cuatro décadas de dictadura.
Al este, Bengasi, incierto bastión rebelde y esperanza de la nueva Libia que se le atraganta a una comunidad internacional incapaz de echar el telón a esta tragedia.
La Primavera Árabe está, por el momento, lejos de abrir el camino a la transición en el país magrebí, dirigido cada vez más hacia un callejón sin salida.Mientras veci...
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