lunes, 20 de junio de 2011

El pais: Nadal, como en casa

En la llegada del campeón al torneo, lo de menos es el cómodo resultado (6-4, 6-2 y 6-2 al estadounidense Michael Russell), las formas (buena nota en el debut) y esa zambullida sin paracaídas en busca de una pelota que acaba con Rafael Nadal por los suelos cuando ya el partido muere.

Lo que importa es el privilegio de abrir la central de Wimbledon, el torneo más prestigioso del planeta, honor que solo vivió antes un español, Manuel Santana, en 1967.

Lo que pesa es ver a la familia sentada en el Palco Real, que se reserva para la nobleza, un guiño de la organización al número uno mundial, tan significado en su amor por la hierba.

Y lo que cuenta es esa ovación de la grada en cuanto aparece el mallorquín por la pista: en Londres, el público ha adoptado a Nadal como uno de los suyos, mientras que en París el campeón nunca siente su aliento.



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