Que vivir en la ciudad aumenta significativamente el riesgo de padecer depresión, ansiedad y sobre todo esquizofrenia se sabe hace décadas, y el vínculo es tan claro que los expertos aceptan que debe de haber una relación causal: en la vida urbana hay algo que no le sienta bien al cerebro humano.
La cuestión es encontrar qué.
Los culpables se buscan hace años: estrés, falta de apoyo social, mayor consumo de drogas...
incluso un virus.
Aún no hay una respuesta.
La última pista llega de la neurociencia: un grupo de investigadores ha descubierto que el cerebro de quienes han crecido entre edificios reacciona de forma distinta al estrés social.
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